MEDIO AMBIENTE

Los acuíferos de la cuenca del Duero se mantienen en descenso y disminuyen casi 22 metros en las últimas tres décadas

Las masas de agua muestran este año una cierta recuperación tras un 2017 marcado por el inicio temprano de la campaña de riego en el campo y la falta de lluvias

Ical

Los acuíferos de la cuenca del Duero se están secando y es posible afirmar que su estado cuantitativo no es bueno. El de Los Arenales -dividido en las masas de Medina del Campo (Valladolid y Ávila), Tordesillas, Tierra del Vino (un poco de Salamanca y Zamora) y Arenales (Segovia y Valladolid)- mantiene una trayectoria descendente y acumula ya una caída en la profundidad de sus aguas de 22 metros en las últimas tres décadas.

La primera medición en la masa de Medina del Campo se hizo en mayo del año hidrológico 1984-1985, momento en el que había que profundizar 11,62 metros para la captación de agua. Tres años más tarde, la profundidad había aumentado en casi dos metros y la última medición de los técnicos de la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) en mayo eleva hasta los 35,32 metros la profundidad necesaria para localizar agua en esta masa subterránea. Aunque en el resto de acuíferos las mediciones comenzaron a principios de este siglo, la tendencia que se aprecia en todas ellas es también descendente, aunque el último año se puede observar una ligera recuperación.

Las masas se encuentran en "mal estado cuantitativo" aunque es en la de Medina del Campo en la que se ha detectado "una peor situación", explicó a Ical el comisario de Aguas de la CHD, Ángel González. En la zona de Los Arenales existe un ámbito de explotación importante aunque se mantienen los niveles "más o menos". En la zona situada alrededor de Cuéllar también se aprecia una explotación importante y en el resto de la provincia de Segovia los niveles permanecen "estables".

El mejor dato en la masa de Medina del Campo fue precisamente el del momento del inicio de las mediciones, en el año 1985, con una profundidad de 11,62 metros, mientras que el peor dato en todos estos años, con 43,92 metros, se registró en julio de 2005. Desde julio del año pasado ha recuperado casi ocho metros y medio, pero entre marzo y mayo del año pasado cayó en 12 metros como consecuencia del riego temprano en el campo. El resto de acuíferos también se han ido recuperando en los últimos meses: el de Tierra del Vino ha crecido casi 15,5 metros en lo que llevamos de año hidrológico; el de Tordesillas ha recuperado tres metros en este mismo periodo; y el de Los Arenales ha mejorado en apenas 30 centímetros.

La Confederació Hidrográfica del Duero toma mediciones de la profundidad de los acuíferos cada dos meses, desde noviembre hasta septiembre, coincidiendo con el final del año hidrológico. El comisario de Aguas explicó que en las últimas mediciones no se han detectado "recuperaciones importantes" y de hecho reconoció que los datos de marzo en las masas de Medina del Campo y Tordesillas se encuentran "bastante por debajo" respecto a los últimos años.

González diferenció dos zonas en la masa de Medina del Campo, divididas por una línea imaginaria en la localidad vallisoletana. Hacia el norte se aprecia que los descensos en el último año "son mayores" de la media durante todo el año; y en la parte sur de esa línea imaginaria los niveles son "muy similares" a los de años anteriores, con resultados muy variables. En la masa de Tordesillas se han registrado caídas importantes con una zona alrededor de Toro (Zamora) donde los descensos son superiores a los valores medios de los últimos diez años, mientras que en el resto, que son zonas menos explotadas, los datos piezométricos son "similares" a otros años, y también muy oscilantes.

Un año muy seco

El año 2017 se caracterizó por una importante sequía que dio lugar a una campaña de riego abundante ante la falta de lluvias. Además, tanto en la zona central del acuífero de Medina del Campo como de Tordesillas se empezó a regar prácticamente en marzo, los cultivos necesitaban agua y eso tuvo una incidencia clara en los datos de los acuíferos, que cayeron hasta ocho metros y medio en el caso del de Medina del Campo o hasta siete metros en la masa de Tierra del Vino.

También el otoño del año pasado fue muy seco lo que ha impedido que se detectaran las aportaciones habituales en los primeros meses del año hidrológico. Por ello, desde la CHD se insiste en que este último ejercicio se están combinando la extracción de agua en una campaña difícil de riego y una aportación "muy escasa" en el arranque del otoño.

Las lluvias registradas durante los meses de primavera se espera que tengan incidencia en los acuíferos, aunque se advierte de que tendrá que aguantarse unos meses para ver la repercusión que han tenido porque el efecto de llenado "no es inmediato". A ello habrá que sumar el hecho del retraso en la campaña de riego de este año, algo que, al contrario que el año pasado, está llevando a realizar bomberos "de forma puntual".

Efectos negativos

El descenso en los niveles de los acuíferos no solo supone un efectos negativo sobre el estado de la masa de agua, sino también "sobre el bolsillo", reconoce González. Cuanto mayor sea la profundidad a la que hay que recurrir para obtener agua, la altura de bombero será superior y eso constituirá un mayor coste de la obtención del agua. "Bajar la bomba un par de tramos supone un incremento del coste", de ahí que haya "preocupación y expectación de alguna manera".

Por ello se augura que, si no se aprecia antes de 2021 una mejora del estado cuantitativo de estas masas, el Plan Hidrológico podría plantear mayores restricciones en los usos. De ahí que la CHD defienda las medidas dirigidas a la racionalización del uso del agua, como el empleo de mejores técnicas, el ajuste de los riegos a las necesidades reales o el carácter asociativo para un mejor uso del agua con el fin de ir recuperando los niveles de los acuíferos.

Concienciación

La reducción de los acuíferos pone en peligro la actividad económica que se asienta en relación a ese agua, pero también el abastecimiento de muchos pueblos. "Si el uso que hacemos de estas masas de agua no es sostenible, al final el agua se termina y no es infinita", advierte González, lo que podría dificultar la continuidad en la zona de la industria, del regadío y de las propias personas.

De la misma forma, una extracción elevada de agua subterránea supone "un empeoramiento de su calidad" para un abastecimiento que huye de aguas con contenidos de nitratos, nitritos, fosfatos o arsénico elevados que se movilizan como consecuencia de la explotación. "Es un coste adicional de potabilización y un riesgo para la población, que igual tiene que buscar fuentes alternativas", alertó el comisario de Aguas.