Durante siglos las campanas fueron el medio de comunicación más efectivo para los pueblos. Cada toque indicaba si había un fuego, era la hora de comer o había fallecido alguien. Una tradición que ha ido quedando olvidada con el paso del tiempo, pero que en un pequeño pueblo de León, en Villavante, mantienen viva a través de un encuentro que lleva treinta años reuniendo a campaneros de toda España.
Cada actividad y circunstancia tenía su sonido. Nacimientos, muertes, llamada a Concejo, a hacendera, a tormenta... Incluso para rutinas tan básicas como comer o sacar al ganado.
Una de las más importantes, en un mundo sin teléfonos, fuerzas de seguridad ni medios contra incendios, era llamar a fuego. Todo el pueblo se volcaba.
Era el más importante medio de comunicación de los pueblos. Las campanas avisaban de cada situación a todos los vecinos, a la hora que fuese, sin problemas de cobertura ni interferencias.
Normalmente eran los monaguillos los que empezaban a tocar los bronces para cuestiones religiosas y se convertían en los campaneros de los pueblos. Siguen haciéndolo, pero ya casi pasan desapercibidos. En Villavante les reivindican cada año. Medio centenar de supervivientes de esta tradición compartieron anécdotas y recuerdos. Experiencias de una actividad que vertebró la convivencia de nuestros pueblos.