EXPOSICIÓN | Hasta el 11 de julio

El Museo Patio Herreriano de Valladolid acoge una muestra de esculturas de gran formato de Fracisco Leiro

El artista pertenece al grupo de artistas del siglo XX que protagonizó un cambio de dirección en el arte español de principios de la década de los ochenta.

Ical

La Capilla del Museo Patio Herreriano de Valladolid ha inaugurado este miércoles 14 de marzo una muestra con cuatro esculturas gigantes del artista Francisco Leiro, mque formó parte en la década de los setenta del grupo surrealista Foga. Sus trabajos acentúan la mezcla de elementos surrealistas y de una figuración más lánguida que mostraba la parte más sarcástica de la condición humana, según explicaron desde la organización.

La muestra se podrá visitar hasta el domingo el 1 de julio de 2018, siendo la entrada gratuita. La primera exposición individual de Leiro se llevó a cabo en la Sociedad Cultural de Cambados en 1975, con tan solo dieciocho años. A comienzos de los 80 participó en la última exposición colectiva de Atlántica. Surgió no como un movimiento, sino como un grupo de personas que pretendían “discutir el país”, y que protagonizaron un cambio de dirección en el arte español.

Leiro pertenece al grupo de artistas del siglo XX que protagonizó un cambio de dirección en el arte español de principios de la década de los ochenta. El clima de euforia que rodeó al nacimiento de la joven democracia española se manifestó en el arte en la forma de una explosión plural que incluía artistas como: Ferrán García Sevilla, Juan Muñoz, Manolo Quejido, Susana Solano, Juan Uslé y Miquel Barceló.

La obra de Leiro apareció en un clima dominado por las ideas de la Transvanguardia italiana y el Neoexpresionismo alemán, aunque existe un conjunto de relaciones mucho más complejo que incluiría el Surrealismo, el Manierismo gallego, la escultura románica, la tradición policromática; así como el impacto del arte popular y de escultores europeos contemporáneos. Su obra temprana mezcla elementos surrealistas a la vez que da muestras de una especie de Arte Pop ligero.

En los años ochenta el artista se interesó por la mitología, las tradiciones culturales y los rasgos faciales o psicológicos peculiares de los gallegos para, posteriormente, centrarse en las relaciones entre cuerpo y mobiliario, siempre con su particular mirada mordaz. A pesar de este marco conceptual, Leiro se inspira en las pautas de su vida cotidiana. Explota los gestos físicos de la gente que ve a su alrededor y se rinde a su lacónico sentido del humor, así como a su mirada irónica y a menudo exagerada hasta lo surreal. A finales de los ochenta Leiro se traslada a Nueva York donde reside desde entonces sin renunciar a largos periodos en su estudio de Cambados.

El critico de arte Fernando Castro, dice sobre la obra de Leiro, que “la adicalidad escultórica de Leiro le lleva a confluir con la idea del cuerpo como vestidura extraña, algo que podría prolongarse hasta una libido indumentaria donde puede surgir un excitación tan material como especulativa en la que el sujeto puede localizarse en lo anónimo”.