FÚTBOL

Valladolid inspira al fútbol japonés

  • Un grupo de jóvenes jugadores nipones pasa sus vacaciones en la ciudad para empaparse del estilo blanquivioleta

Fran Asensio

Llegó a Japón hace dos décadas. Por aquel entonces, el índice de suicidio juvenil había alcanzado cotas escalofriantes en el país. La globalización y la competitividad casi enfermiza habían convertido a los adolescentes nipones en ‘carne de cañón’. Un situación impactante para cualquiera y más para alguien como Jorge Alberto Ortega, un exfutbolista acostumbrado a un estilo de vida mucho más relajado. “Ustedes están ahora en crisis, en Argentina siempre hemos vivido con ella”, argumenta justo antes de comenzar la entrevista.

Acaba de cumplir diez días hospedado en la Residencia de Jugadores del Real Valladolid, pero por su mente ya rondaba la posibilidad de regresar el próximo verano. “Es nuestra primera estancia en España y no podemos hablar más que cosas buenas sobre el trato recibido”, comenta entusiasmado justo antes de subir a las habitaciones para despertar de la siesta a los 22 niños japoneses que se encuentran a su cargo.

A comienzos de los 90, la vida de este atleta de Cristo dio un giro radical. Su llegada como entrenador al país del sol naciente le marcó para siempre. “El japonés tiene que ir al mejor colegio, ser el mejor universitario y esa presión lleva a los chicos a tomar decisiones equivocadas”, advierte Ortega, impactado por el drama silencioso que vivían muchos jóvenes en Japón.

Ya resulta una práctica habitual que los jóvenes del Esperanza Sport Club –Ortega es el director general del club– hagan las maletas una vez al año para empaparse de la cultura futbolística de otros países. En esta ocasión, el Real Valladolid ha tomado el relevo del Boca Junior argentino. “Llegué a la ciudad cuando el primer equipo peleaba por el ascenso a Primera y la sensación que me llevé no pudo ser mejor”. Acto seguido hizo las maletas. El objetivo no era otro que conocer más de cerca nuestro fútbol y saciar una duda: “¿Qué tiene España para ganarlo todo?”, barbullaba entre sonrisas antes de poner rumbo a los campos Anexos.

Sobre el césped, su hijo Gustavo toma el mando. Él también ha visto de primera mano la evolución del fútbol nipón en los últimos años. La rapidez, la tenacidad y la habilidad se han convertido en sus principales señas de identidad, pero esas armas parecen insuficientes para alcanzar el primer escalafón internacional. Tanto el padre como el hijo tienen claro cuál es el motivo. “Los asiáticos son bastante automatizados”, lamentan. La disciplina coarta en ocasiones la libertad de unos futbolistas “faltos de imaginación”.

Una situación que han tratado de atajar, a través de la convivencia con el equipo infantil blanquivioleta. “La mejor forma de aprender para ellos son los entrenamientos mixtos, por encima de los partidos contra otros equipos de la ciudad”, advierte esperanzado Gustavo. Al final, su trabajo en silencio puede resultar muy valioso para que el fútbol japonés amplíe horizontes. Ese sueño forma parte ahora de su equipaje. Les aguarda un largo trayecto de vuelta hasta Yokohama, aunque todos ellos se marchan seguros de que el esfuerzo ha merecido la pena.