Los viticultores de la Comunidad aseguran que este año las viñas van a crecer a distintos ritmos y que habrá que trabajar mucho para homogeneizar la calidad. Mientras, siguen mirando al cielo y esperan que no vuelva a helar. Es la puesta en marcha de un molino antiheladas. Mueve el aire de la superficie, el más cálido, y lo impulsa hacia el suelo. Dos días sin parar llevan prácticamente estos molinos, especialmente durante la noche del viernes.

Y así evalúan cada parra para calcular los daños. Lo peor es que ahora el fruto crecerá a ritmos diferentes. Lo que esperan ahora es que por lo menos estas heladas no dejen cicatrices que hagan resentirse a la viña el año que viene.