Premio Letras Jóvenes de Castilla y León 1990, 1995, 1997

Esquívias, Óscar

En un panorama tan abigarrado y vertiginoso como el de la literatura española contemporánea, la voz de Óscar Esquivias está llamada a sonar cada vez con más fuerza.

Óscar Esquivias (Burgos, 1972). Como síntoma de una vocación muy clara y temprana, Óscar Esquivias anduvo siempre metido en empresas literarias, cubriendo todos los tramos del meritoriaje: publicó relatos, poemas y artículos en revistas de España y América, y resultó galardonado en sucesivas convocatorias del PremioLetras Jóvenes de Castilla y León (1990, 1995 y 1997), circunstancia que comparte con otros autores significativos de su generación, desde Juan Manuel de Prada a José Manuel de la Huerga, pasando por Alejandro Cuevas o Raúl Vacas.

Mientras se licenciaba en Filosofía y Letras por la Universidad de Burgos fundó y dirigió la revista literaria Calamar (1999-2002) y colaboró habitualmente en otras publicaciones como El mono de la tinta y Luzdegás. Casi al unísono, vieron la luz sus dos primeras novelas, ambas respaldadas por sendos premios.

Jerjes conquista el mar (2000) mereció el Arte Joven de la Comunidad de Madrid, de manos de un jurado del que formaban parte, entre otros, Almudena Grandes, José María Merino y Soledad Puértolas. El suelo bendito se alzó con el Ateneo Joven de Sevilla del año 2000.

En 2002 publicó Huye de mí, rubio, una novela de aventuras dedicada a lectores jóvenes y seleccionada en los White Ravens 2003 de la Internationale Jugend Bibliothek de Munich. Inquietud en el Paraíso (2005), que obtuvo el Premio de la Crítica de Castilla y León, da muestras ya de una asombrosa madurez literaria y de un estilo propio, sutil, equilibrado, que irradia esa difícil facilidad de los textos clásicos.

La novela, primera parte de una trilogía, está ambientada en Burgos, durante el estallido de la Guerra Civil. Mientras un canónigo visionario, heredero de los personajes de Julio Verne, prepara una excursión al Purgatorio por un secreto pasadizo de la catedral, los vicarios de Mola activan la trama golpista.

Enriquecen el escenario los complacientes compañeros de viaje y conspiración (los generales sublevados, el doctor Albiñana) y las atónitas víctimas (el librero Ontañón,la periodista María Cruz Ebro, el poeta Manuel Machado o el músico Antonio José).Todos ellos animan un relato urdido con voluntad de friso.

En La ciudad del Gran Rey (2006) los expedicionarios llegan al Purgatorio. La trilogía se cerrará en 2007 con la novela Viene la noche, que corresponde al tramo del Infierno en esta particular Divina Comedia en la que se sigue un itinerario inverso al de Dante.

Poco a poco, gracias a la libertad de criterio de un puñado de lectores que son capaces de detectar el talento que late más allá del estruendo mediático, Esquivias se ha convertido en un nombre a tener en cuenta. Proyectos no le faltan: además de Viene la noche aguardan en el cajón varias novelas para jóvenes y la novela sobre los años que Héctor Berlioz pasó en Italia, que Esquivias ha elaborado durante su estancia en la Real Academia de España en Roma, gracias a la beca Valle Inclán de creación literaria.

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  • El suelo bendito (2000). Algaida.
  • Jerjes conquista el mar (2000). Visor Libros.
  • Huye de mí, rubio (2002). Edelvives.
  • Inquietud en el Paraíso (2005). Ediciones del Viento.
  • La ciudad del Gran Rey (2006). Ediciones del Viento.
  • Mi hermano Étienne (2007).Colección Alandar
  • Viena la noche(2007). Ediciones del viento
  • La ciudad de plata (2008).El Pasaje de las letras
  • En el secreto Alcázar (2008).El Pasaje de las letras
  • Secretos xxs (2008).
  • Étienne el Traidor (2008).Colección Alandar
  • La Marca de Creta (2008). Ediciones del Viento
  • La ciudad de plata (2008). El pasaje de las letras
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1. Dante en el Salón Rojo

— ¿Perdón?

Salió de su ensueño de repente. Tenía frente a él nada menos que al doctor José María Albiñana, con su mantón de Manila cruzándole el pecho, los botines relucientes, un tequila en la mano y expresión burlona. Le había preguntado algo y el muchacho no sabía qué. Su imaginación le había llevado más allá del Salón Rojo del Teatro Principal en el que se encontraba, de aquel racimo de personalidades que ahora felicitaban al penitenciario de la catedral, don Cosme Herrera. Seguía prendido de las palabras finales de su charla sobre la Divina Comedia que, hasta aquel punto, no había sido más que una glosa un poco alambicada y más bien pedante del argumento. Pero el colofón, pese a su estilo campanudo —muy propio de los sermones del canónigo—, le impresionó: «Sostengo, caballeros —había dicho don Cosme, poniendo en su voz un tono vibrante, casi de arenga—, que el Infierno dantesco es literatura, gran literatura, seguramente la mayor que se ha escrito en lengua vulgar. Mantengo que su Paraíso es teología, de la más iluminadora, con atisbos que parecen más de un libro revelado que fruto de la industria de una mente humana. Pero he de defender también, aquí, ante ustedes, que el gozne de la magna obra, el Purgatorio, no pertenece a ningún género literario o científico, sino que es crónica, relato exacto de la realidad. Afirmo, señores, que lo que narra Dante allí es fidelísimo traslado de lo que vio con sus propios ojos, que eso y no otra cosa es lo que existe y nos espera cuando nuestras ánimas se apresten a entrar en el Reino de los Cielos. Dante estuvo en el Purgatorio, sí, en pura carne mortal, y nos lo contó con apariencia literaria, que era lo que exigían la discreción con las cosas divinas y su genio para con las letras. Pero proclamo que ese viaje a la región oscura se puede (es más, se debe) repetir. Estimados señores, distinguidas señoras y señoritas: estoy en condiciones de guiar la expedición que lleve a cabo tal empresa, me pongo a su disposición y espero su patrocinio. No dudo que la sociedad burgalesa sabrá corresponder a esta iniciativa con la generosidad y grandeza de miras con que tiene acostumbrada a la Historia la Cabeza de Castilla. Muchas gracias, señores. He dicho».

—¡¡¡Bravooo!!! —gritó don Perfecto Ruiz Dorronsoro, poniéndose en pie de un salto. Su entusiasmo sin duda significaba un donativo de una buena cantidad de duros, ya que era uno de los industriales más importantes de la plaza y media España se calzaba con las alpargatas que se confeccionaban en su fábrica. Casi al tiempo hubo un estruendo unánime de aplausos del resto del público, más “¡bravos!”, la concurrencia en pie, gran sentimiento. En seguida los ordenanzas retiraron las sillas para despejar el salón y una hilera de camareros repartió bebidas entre los grupos. El muchacho, en un rincón de aquella sala enorme de aires palaciegos, estaba completamente aturdido por las palabras del padre Herrera. Hasta que de repente, un buen rato después, le sacó de su pasmo el doctor Albiñana con su voz ceceante:

—Te he preguntado que quién eres, muchacho. No te había visto nunca por aquí.

Inquietud en el paraíso.

En un panorama tan abigarrado y vertiginoso como el de la literatura española contemporánea, la voz de Óscar Esquivias está llamada a sonar cada vez con más fuerza.