Hasta el 28 de octubre

El Museo Nacional de Escultura acoge la exposición 'Baltasar Lobo, un moderno entre los antiguos'

La muestra, que está ubicada en La Casa del Sol de Valladolid, saca a la luz obras que le acompañaron toda su vida en su taller parisino y que reflejan 'la parte más experimental del artista'

Ical

La Casa del Sol, subsede del Museo Nacional de Escultura en Valladolid, acoge hasta el próximo 28 de octubre la exposición 'Un moderno entre los antiguos’, dedicada al escultor zamorano Baltasar Lobo, un artista "muy conocido en países como Francia, Suecia, Suiza o Venezuela, pero con escaso reconocimiento en España", en palabras de la directora del Museo, María Bolaños. Las 35 piezas que integran la muestra, cedidas todas ellas por el Ayuntamiento de Zamora, establecen un diálogo fluido con las reproducciones de obras clásicas que se exhiben de forma permanente en el recinto, y subrayan la estrecha relación que el artista zamorano estableció toda su vida con el mundo de la antigüedad, siempre desde postulados vanguardistas y modernos.

"Las piezas exhibidas son un resumen de las 650 obras que él tenía en su taller y que donó a la ciudad de Zamora a su muerte", señaló Bolaños, que fue una de las responsables de inventariar el legado del artista en su domicilio parisino, donde se exilió en 1939 al término de la guerra civil española. "Él salió de España y se detuvo en París cuando iba rumbo a México, pero quedó fascinado por el ambiente de la capital francesa y ya nunca se movió de allí", apuntó la directora del Museo.

Según expuso, fue Picasso quien acogió con los brazos abiertos a Lobo a su llegada a París, y tras comprarle "un abrigo y una estufa" le puso en contacto con Henri Laurens, el más prestigioso escultor francés del siglo XX, que estableció una relación "paterno-filial" y de "maestro y discípulo" con Lobo.

Bolaños explicó que fue al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando París vivía un ambiente de "fiesta, paz y optimismo", cuando Baltasar Lobo fue seleccionado para participar en una gran exposición colectiva de vanguardistas, que supuso su lanzamiento al mercado internacional. De esa forma, no sería hasta los años 80 (en 1984 fue distinguido con el Premio Nacional de las Artes Plásticas) cuando el escultor de Cerecinos de Campos restableció la relación con su país natal.

La muestra reúne 35 piezas, algunas perfectamente acabadas y otras bocetos o mármoles que Lobo no terminó de tallar, o con indicaciones a lápices de colores sobre los siguientes golpes de cincel que debía asestar, que permiten apreciar el proceso creativo del escultor. Todas ellas dejan entrever su faceta más experimental, con yesos de figuras primitivas que realizó en sus primeros años y que remiten a su admirada escultura mediterránea, y otras piezas donde la rotundidad se conjuga con la delicadeza con la que plasmaba el cuerpo femenino.

La mujer, protagonista

Y es que la mujer es la gran protagonista de la muestra, ya que todas las figuras expuestas salvo una hacen alusión al cuerpo femenino. La única excepción es el boceto en yeso de la talla de un hombre reclinado en actitud pensativa sobre sus rodillas, que creó expresamente para presidir su tumba en el cementerio parisino de Montparnasse, en el barrio donde pasó toda su vida.

Según explicó María Bolaños, Lobo siguió la línea abierta por Brâncusi, que recuperó la "talla directa" frente al proceso de escultura "mecanizada" que se había implantado tras la desaparición de maestros como Miguel Ángel. "Durante mucho tiempo, los artistas hacían un boceto y luego eran sus ayudantes del taller quieres realizaban la talla, pero Lobo se ocupaba personalmente de todo, desde la elección del material hasta culminar cada pieza", apuntó la directora, que señaló que el proceso era inverso al que seguía la pintura: "Frente a la creación añadiendo material, la escultura en talla directa se obstina en la idea platónica de sacar de la piedra la imagen que el artista veía encerrada en ella; era un proceso de extremo riesgo porque un mal golpe podía arruinar la pieza en cualquier momento".

En Lobo, comentó, predomina la abstracción orgánica frente a la abstracción geométrica de otros contemporáneos, ya que sus piezas transmiten una relación armónica con las formas de la naturaleza, dando especial protagonismo a las maternidades, a través de las cuales resaltaba la "relación simbiótica" que se produce entre el cuerpo de la madre y del hijo. "Él y Mercedes, su mujer, nunca pudieron tener hijos, y eso les persiguió toda su vida", afirmó.

La muestra, con la cual el Museo Nacional de Escultura inaugura una línea que confían en que sea "fructífera" en el futuro, permite establecer un diálogo entre las piezas de Lobo y las reproducciones de obras clásicas que allí se exponen. "Queríamos sacar a la luz la faceta clásica de Baltasar Lobo, que siendo totalmente moderno, tenía en el mundo clásico una referencia de primer orden para su trabajo", explicó Bolaños, que destacó la "calma, naturalidad, experimentación con las fuerzas vitales y búsqueda de la armonía" como las principales señas de identidad del trabajo del escultor zamorano, cuya trayectoria llevó su lenguaje a una "depuración extrema" en los últimos años de su vida.

En la presentación, el alcalde de Zamora, Francisco Guarido, señaló que la corporación municipal ha recogido el testigo dejado por sus predecesores en el cargo, para dar a conocer el inmenso legado del artista en toda España. Además, señaló que siguen trabajando junto con la la Asociación Amigos de Baltasar Lobo para avanzar en la gestión del Museo Baltasar Lobo en Zamora.