En Castilla y León sólo el 14% del cereal nace con semillas certificadas

Los agricultores en ecológico hacen malabares para obtener 'sus semillas' certificadas

La mayoría llegan del centro de Europa y son muy caras y escasas

En Castilla y León hay 750 operadores entre producción animal y vegetal. Pisan un terreno complicado. Los agricultores en ecológico hacen malabares para dar con las semillas que fructifican en sus huertas. "He intentado este año poner anis e hinojo, y no he encontrado semilla ecológica" nos dice Javier, agricultor en ecológico de Bercero en Valladolid. 

La mayoría de las semillas llegan de centroeuropa, muchas de ellas de Holanda. "Están intentando sólo que se siembre en ecológico lo que quieren las casas de semillas" argumenta Juan Senovilla, Presidente del Consejo de Agricultura Ecológica de Castilla y León. 

Se refieren a las maniobras de las grandes compañias. Producen pocas semillas y prohibitivas de precio. Pueden multiplicar para sí mismos, pero no está permitido cedérselas a otros agricultores. "Yo por ejemplo este cilantro lo he traido de Sevilla, pero sólo lo podría utilizar yo. Yo si puedo utilizarlo pero no lo podría utilizar otro agricultor" nos explica Javier. 

Esta campaña las semillas de patatas certificadas en ecológico han sido de las más difíciles de encontrar en el mercado.

Además, otra de las realidades en el sector agrario es la escasez de semillas certificadas que se emplean para el cereal. En Castilla y León se siembra únicamente el 14 por ciento del cereal de invierno con semilla certificada. Los obtentores de semillas abogan por una mayor utilización por la seguridad que ofrecen en la germinación.  "Cuesta lo mismo traerte el trigo desde el Mar Negro y desde Norteamérica prácticamente que llevártelo de otra provincia en camión. Al final tenemos que competir por calidad" explica Antonio Villarroel, Secretario General de ANOVE. 

Los agricultores por contra achacan que son demasiado caras y después no se ve recompensado en su producción. Mientras la Junta intenta convencer a los agricultores. Una semilla certificada es sinónimo de mayor productividad, de más resistencia a enfermedades y de menos fungicidas.

Y en ese trabajo de innovación, el ITACYL, continúa las investigaciones agronómicas para desarrollar nuevas variedades que se adapten al clima y a los suelos de la Comunidad.