Seguridad alimentaria

Las superbacterias que amenazan al mundo se entrenan en granjas chinas

  • El uso sin control de antibióticos para tratar animales puede provocar muertes en humanos por enfermedades que ya se creían controladas.

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Materia | Daniel Mediavilla

Hace 30 años, un ataque de la bacteria Acinetobacter baumannii se podía contrarrestar con bastante facilidad. Un tratamiento con antibióticos comunes, y la infección remitía.

Sin embargo, desde entonces, este microbio, que puede provocar infecciones del tracto urinario o neumonía, ha incorporado a su ADN 45 nuevos genes de varios tipos de bacteria que lo han convertido en un organismo muy poco vulnerable a los medicamentos y que supone una amenaza mortal para muchos pacientes en hospitales de todo el mundo.

Este tipo de superbacterias, que según algunas estimaciones mata a decenas de miles de personas solo en EEUU, se están desarrollando gracias al entrenamiento que les ofrecemos cada vez que iniciamos un tratamiento con antibióticos y no lo completamos hasta aniquilar la infección, o por el uso descontrolado de estos fármacos como suplemento alimenticio o tratamiento para animales.

Aunque el problema es global, el mayor campo de entrenamiento para estos microbios se encuentra en China. Ese país es el mayor productor de antibióticos del mundo y el mayor consumidor, y el uso de estos medicamentos para tratar enfermedades animales o para favorecer su crecimiento no está controlado.

En China se emplean cuatro veces más antibióticos que en EEUU para uso veterinario, según asegura un estudio liderado por Yong-Guan Zhu, de la Academia China de Ciencias y que publica hoy la revista PNAS. En ese estudio, un equipo de investigadores ha identificado más de cien genes que incrementan la resistencia a los antibióticos de las bacterias en el estiércol y los suelos de varias granjas de cerdos chinas. En estos lugares, la presencia de estos genes era entre 192 y 28.000 veces superior a la de granjas en las que no se empleaban antibióticos.

El uso arbitrario de los antibióticos, además de facilitar la aparición de piezas de ADN que ayudan a las bacterias a mejorar su maquinaria y resistir sus efectos, facilita su expansión. Como las medicinas solo se absorben de manera parcial, gran parte de los antibióticos, y los genes que otorgan resistencia contra ellos, acaban en el estiércol que luego se distribuye en forma de fertilizante o se filtra a los acuíferos.

Además, los movimientos migratorios o el comercio internacional en un mundo cada vez más pequeño hacen que estos genes que se gestan en China alcancen sin demasiada dificultad casi todos los rincones del mundo en poco tiempo.

Los científicos observaron también que el uso de metales como el cinc, el cobre o el arsénico, añadidos a la alimentación para fomentar el crecimiento, son un factor más que facilita la aparición y la difusión de genes que hacen a las bacterias más resistentes a los antibióticos.

En este sentido, los investigadores, que señalan que los problemas apuntados respecto a China son globales, recuerdan que las concentraciones de metales pesados encontrados en las granjas asiáticas solo son "ligeramente superiores a las registradas en EEUU o Europa".

Un problema "como el cambio climático"

"Este problema es parecido al cambio climático", explica Lucas Domínguez, director del Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid. "Lo que se hace a nivel local puede afectar después en todo el mundo", añade.

A la espera de lo que suceda en países como China, en Europa y EEUU ya se están introduciendo medidas para limitar el uso de antibióticos en las granjas y, a diferencia de lo que ha sucedido hasta ahora, comenzar a separar los antibióticos para tratar a humanos de los que se emplean en animales.

"Cada vez más se están introduciendo tratamientos individualizados y se quiere reducir el uso de antibióticos en un 50%", señala Domínguez. Además, la Unión Europea ya prohíbe su uso para fomentar el crecimiento y ha pedido a los países miembros que los antibióticos solo se distribuyan con prescripción y se pongan en marcha sistemas de seguimiento que permitan detectar casos de microbios superresistentes.

"Descubrir nuevos antibióticos es muy difícil, así que es necesario que protejamos la efectividad de los que tenemos", explica Zhu. "Este problema es global y necesitamos combatirlo de la forma más amplia posible, con una regulación y una vigilancia estrecha, mejorando, por ejemplo, la gestión de los residuos que pueden contener genes que hacen resistentes a los antibióticos a las bacterias", indica. Esta opinión es compartida por Domínguez que añade, además, que el control no solo debe aplicarse al uso de antibióticos en los animales.

"Con las personas sucede lo mismo, porque los genes y los antibióticos también pueden acabar en los ríos a través de las aguas residuales, de ahí pasar a los animales y después regresar a los humanos", cuenta. "Tendremos que profundizar en el tratamiento del agua, en particular en lugares que puedan ser especialmente problemáticos como los hospitales", añade.

Si no se tomasen las medidas necesarias, las perspectivas serían dramáticas. Gracias a la difusión de los genes que les dan "superpoderes", las bacterias empezarían a ganar la batalla a los antibióticos que hasta ahora las habían mantenido a raya, y no parece que el desarrollo de nuevos medicamentos vaya al ritmo necesario para ganar esta carrera armamentística con los microbios.

Los investigadores advierten de que si el control no se aplica a tiempo, los humanos podrían volver a morir de enfermedades infecciosas que se consideraban perfectamente tratables desde hace décadas.

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