Inevitablemente en Aranda huele a vino. Y él nos conduce al particular entramado que hay en el subsuelo. Hoy en día unos de los atractivos turísticos de la capital de la Ribera del Duero
Construcciones centenarias que se dan la mano, entretejidas, como si formaran una tela de araña.
El 90 por ciento son privadas y no se abren al público. El resto, como esta se han restaurado y han convertido las visitas en una fuente de negocio.
Unos tesoros bajo tierra a la espera de recibir la declaración de Bien de Interés Cultural.