La ermita de San Pelayo es una de las joyas del románico. Uno de los monumentos más antiguos e insólitos de la provincia palentina. Su ábside está forjado por arquillos lombardos. Una construcción atípica de la época y la zona. Las obras de restauración han sido muy complejas. El edificio tenía un problema de origen. Se levantó en un terreno inestable y arenoso rodeado de arbolado. Para consolidar el templo se ha sustituido la cubierta del ábside y se han adecuado el mural del hastial y el entorno.
Los frescos del interior, del Siglo XII, dejan entrever las pinturas originales: un calendario agrícola, los apóstoles y parte del pantócrator. Una satisfacción que comparten los vecinos.
Con esta intervención, que se inició en 2008, la ermita ha recobrado su esplendor. Sin embargo, ahora vigilarán su estabilidad a través de este sistema de monitorización.