REPORTAJE

Viaje al interior en el monasterio trapense de Dueñas

  • El Monasterio de San Isidro de Dueñas, Palencia, mantiene la tradición de acoger huéspedes que buscan tranquilidad, retiro espiritual y el encuentro consigo mismo

Ical

"A todos los forasteros que se presenten se les acogerá como a Cristo". 1.500 años después de que San Benito escribiera este precepto en su Regla, los monjes trapenses de la Abadía de San Isidro de Dueñas (Palencia) conservan con arraigo y convencimiento la larga tradición de mantener sus puertas abiertas desde las 4 de la madrugada a quienes quieran traspasarlas.

En este imponente monasterio de estilo herreriano conocido como La Trapa conviven 35 monjes de clausura en una tranquila rutina marcada por las horas de la liturgia, los trabajos en la huerta y el cuidado de vacas con los huéspedes que ocupan las silenciosas y austeras estancias de la hospedería.

"La acogida forma parte de una tradición ininterrumpida durante siglos que conservamos en un afán de ofrecer a quienes vienen una dinámica que les ayude a realizar el viaje a lo esencial de si mismos", describe el abad Juan Javier Martín.

Formada por 17 habitaciones con 24 plazas, comedor, biblioteca, varias salas y salitas y una capilla, la hospedería presta un servicio fundamentalmente espiritual a las personas que buscan un clima de silencio y oración, describe el monje hospedero, Bernabé Domínguez.

"Cuando se produce una situación personal dolorosa, un momento de cambio; cuando uno tiene sed de ser curado de sus heridas o está cansado de las mismas respuestas... aquí puede iniciar ese viaje y satisfacer su sed interior", aclara el abad. Y lo puede hacer de una forma tan simple como efectiva; a través de "la ruptura del eje de coordenadas del tiempo y el espacio" que supone pasar unos días en el monasterio.

De madrugada

Esa ruptura, explica el abad, se inicia con un concepto distinto de la distribución del tiempo. En San Isidro de Dueñas los momentos del día los marcan las horas de los rezos litúrgicos que comienzan a las 4,15 de la mañana con la oración del oficio de Vigilias y concluyen a las 20,15 horas con el rezo del oficio de Completas estableciendo así un horario que abre la jornada a las 4,00 de la madrugada y pone fin al día a las 21,00 horas.

Al horario se unen tres comidas diarias frugales ofrecidas en un sencillo comedor en horas muy tempranas y que solo se diferencian de las que realizan los monjes porque incluyen carne, un alimento que no injieren los trapenses.

El eje de coordenadas del espacio lo quiebran las habitaciones austeras y estancias sobrias exentas de todo tipo de ornamento y de tecnología que invitan a la meditación, la reflexión y la lectura o escritura como únicos entretenimientos y que se complementan con los jardines y la huerta de los monjes por los que los huéspedes pueden pasear. No falta una sencilla una capilla donde retirarse a orar.

"Las puertas del Monasterio están abiertas hasta las nueve de la noche y pueden entrar y salir cuando quieran pero lo normal es que permanezcan dentro de estos muros en soledad y en silencio", describe el monje hospedero.

Unos se pierden solitarios en alguna de las escondidas salitas que guarda en sus rincones la hospedería, otros prefieren entablar conversación en los monacales salones y los hay que permanecen retirados en la capilla orando a Dios o caminan sin ritmo ni destino por la huerta.

Aunque la vida de clausura de los religiosos se preserva y respeta, los monjes están disponibles para charlar y ofrecen la confesión. También invitan a sus hospedados a participar de sus rezos litúrgicos en el incomparable marco de su iglesia, un edificio de fachada románica que en el oficio de Completas deja escuchar con recogimiento el bello canto gregoriano a la Virgen 'Salve cisterciense'.

La clave, la libertad

"Lo hacemos sin asaltar, no se trata de catequizar a nadie, la gente viene de forma totalmente libre porque la clave de su estancia aquí es su libertad", explica el abad.

"Aunque parezca una paradoja nos comunicamos sin decir nada y si lo que quiere la persona es profundizar en ese viaje interior aquí se encontrará con Dios a través de la oración y el silencio y si nos reclama nosotros le asistimos".

Las reservas para la Semana Santa de 2015 ya están a estas alturas completas. El monje hospedero indica que en determinadas épocas del año, que coinciden con las festividades religiosas más importante como Pascua, la semana de la Pasión y Los Santos, la hospedería está siempre llena. "De Cuaresma a octubre está ocupado al cien por cien. De octubre a febrero baja para rondar entre el 40 y el 60 por ciento", indica Bernabé Domínguez.

El perfil de las personas que deciden pasar unos días en el monasterio es muy heterogéneo; desde matrimonios hasta grupos de jóvenes, pasando por religiosos o personas mayores, la mayoría de clase media que tienen en común la búsqueda del silencio y la oración, describe el monje. Casi todos los que pasan unos días en el San Isidro de Dueñas ya ha estado antes y quienes vienen por primera vez lo hacen por referencias, añade.

El tiempo de estancia mínimo es de tres días en régimen de pensión completa y como máximo se ha establecido un periodo de una semana porque sino, explica el hospedero, no se podría atender toda la demanda.

Además de para prestar el servicio de hospedería, las puertas de San Isidro de Dueñas están abiertas para todo aquel que quiera participar en los rezos litúrgicos y visitar la capilla de San Rafael Arnaiz Barón, uno de los principales atractivos religiosos de esta Abadía cisterciense.