Los Tesoros del Agua

Un brindis en el Duero por salir vivos del infierno de Valeira

Durante siglos, eludir el Cachão da Valeira fue la prueba de fuego para los navegantes portugueses. Embarcarse en un crucero fluvial por el Douro portugués es rememorar esta aventura.

 

 

 

 

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Os ponemos en situación. Dejamos atrás el distrito portugués de Braganza para seguir recorriendo los 120 kilómetros que atraviesan los Arribes hispanolusos. Las gargantas escarpadas dejan paso a las laderas sostenidas en estrechas terrazas, plagadas con las cepas de vid de las que saldrá el vino de Oporto. Una etapa de 170 kilómetros que comenzamos en la localidad de Freixo da Espada à Cinta y que nos llevó, con pequeños altos en el camino, hasta Peso Da Régua.

Uno de esos descansos nos lo tomamos en el Mirador de San Salvador Do Mundo. Desde donde apreciamos la antigua línea férrea que sigue de cerca los requiebros del cauce del río en esta zona. También pudimos disfrutar de las vistas del embalse de Valeira y del gran meandro que el Duero-Douro forma en este tramo.

Ofrendas para tener una 'buena boda'

Además de por sus espectaculares vistas, este lugar es conocido como destino de romería y peregrinación para las futuras novias. Como nos cuenta nuestra compañera María en el vídeo, para tener una buena boda, las casaderas de la zona caminan hasta el mirador haciendo nudos en las retamas que se van encontrando en el camino hacia la capilla y se las ofrecen al santo al llegar al templo.

Sin embargo, la leyenda que hizo famoso este paraje nada tuvo que ver con los matrimonios. En el siglo XVII los marinos portugueses que llegaban a esta altura del río Duero encomendaban su vida al santo de la ermita más cercana, en este caso, San Salvador Do Mundo, para atravesar con éxito el temido pasaje del Cachão da Valeira. Una cascada natural que constituyó durante siglos un obstáculo para la navegación segura aguas arriba del Duero-Douro. Superar este salto y sobrevivir fue la prueba de destreza con la que los marineros portugueses acreditaban que estaban sobradamente preprarados para salir a descubrir otros mundos.

El Cachão fue destruido en el siglo XVIII después de un naufragio que quedaría para la historia: el del barón Joseph James Forrester.  Comerciante inglés y exportador de vino de Oporto al que le fue otorgado el título de 'protector del Duero'. Forrester murió ahogado cuando el rabelo en el que navegaba  junto a doña Antonia Ferreira ('Ferreirinha', en Portugal) volcó a la altura de la cascada. Las pesadas monedas de oro que portaba en su cinturón le impidieron salir a flote y su cuerpo nunca fue encontrado. Su acompañante se salvó protagonizando una de las anécdotas más recordadas en el río. La 'Ferreirinha' sobrevivió gracias a que las enaguas que vestía ejercieron de improvisado flotador.

 

En el lugar donde se produjo el naufragio se encuentra grabada la siguiente inscripción: "Durante el mandato de Dña. María I, se demolió la famosa roca que, haciendo aquí una cascada inaccesible, impedía la navegación desde el principio de los siglos: duró la obra de 1780 a 1792".

 

Un brindis con vino de Oporto

Aún hoy, cuando los cruceros fluviales atraviesan este lugar, es habitual que la tripulación brinde con los pasajeros en lo que en portugués se conoce como un 'Porto de honra'. Un brindis en memoria de doña Antonia, superviviente y mujer emprendedora que en el siglo XVII fue clave en la historia del vino de Oporto al convertirse en la primera exportadora a la poderosa Inglaterra. Os aseguramos que la vida de Antonia fue tan apasionante como lo fueron sus vinos.

En la actualidad, los cruceros por el Douro son tranquilos y están exentos de sobresaltos. Cinco grandes presas con sus cinco exclusas, que parecen estirados lagos, conforman el canal de navegación que une la desembocadura del río Águeda, en el límite de la frontera con España, con el océano Atlántico.