PALENCIA | granja Castilla Verde, en Frómista

Una vida autosuficiente en Frómista, Palencia

  • La granja Castilla Verde, en Frómista (Palencia), es un ejemplo de este tipo de actividad que ha registrado un descenso en los últimos años en la Comunidad

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Fernanda Freitas es brasileña -de Sao Paolo, puntualiza-, psicóloga, flautista y profesora de inglés, pero desde hace casi una década vive como una campesina a la antigua usanza en pleno corazón de Tierra de Campos en una finca rodeada de prados, tierras de cultivo, animales, una huerta y un recién estrenado molino.

La finca Castilla Verde, en Frómista (Palencia), donde reside con su marido, un madrileño con antepasados palentinos, es referente europeo en agricultura ecológica biodinámica y permite a sus moradores autoabastecerse de la mayoría de los alimentos al mismo tiempo que mantener una relación sostenible, respetuosa y de iguales con sus animales y sus tierras.

Fernanda Freitas, su marido Pablo González y la pareja, también madrileña, compuesta por Javier Caballero y Mamen Andrés llevan a cabo en la finca un proyecto agrícola-ganadero ecológico cuyo objetivo es la autosuficiencia.

En el conjunto de Castilla y León se contabilizan un total de 635 operadores de agricultura ecológica que llevan a cabo su actividad en unas 30.500 hectáreas de las que 3.500 corresponden a Palencia, donde se registran 45.

La provincia con una mayor producción agrícola ecológica es Zamora, aunque, puntualiza el secretario general de COAG Palencia, Pablo García, en los últimos años y tras un repunte de este tipo de actividad que alcanzó una subida de un 13 por ciento, se ha detectado un descenso del número de productores motivado por una legislación demasiado estricta y el retraso en el cobro de las ayudas.

Pablo García defiende que la agricultura ecológica es la única forma fórmula para alimentar al mundo y no envenenarlo y contribuir a un desarrollo más sostenible y social. En este sentido valora el proyecto de Castilla Verde, conformado por 140 hectáreas, donde las labores agrícolas se realizan bajo los principios de la ecología biodinámica. Esto es, explica, Fernanda Freitas, que todo lo que genera la finca sirve para abastecerla al mismo tiempo que produce todas aquellas necesidades que tiene.

Así, nada se compra, todo se produce, desde los alimentos de los animales hasta los que se ponen en la mesa, pasando por los abonos naturales y actuaciones para la conservación de la flora y fauna nativa. Se trata de utilizar de forma juiciosa y sostenible todos los factores que determinan la vida y la salud de la tierra desechando todo tipo de producto químico o fitosanitario y que no provenga de una actividad responsable.

El secretario de COAG Palencia asegura que la mayoría de la actividad agraria ecológica de la Comunidad se centra en cultivos de forraje y cereal, cuando lo que generaría una mayor actividad, fijaría más población y contribuiría a desarrollar el medio rural son otros cultivos más sociales como las hortalizas, pero no cuentan con respaldo de las administraciones, "que miran hacia otro lado", denuncia.

García también apuesta por la creación de ayudas a la transformación cerca de los lugares de producción para que así el valor añadido se quede y se evite la llamada huella ecológica, que es la que se produce cuando se transporta a cientos de kilómetros un producto agrícola que no ha generado contaminación durante su producción.

Trigos de sabor

La actividad agrícola en Castilla Verde incluye el cultivo rotativo de leguminosas tanto para el consumo animal como el humano y la recuperación de varios tipos de trigo, algunos ya olvidados, pero que, asegura Freitas, producen menos intolerancias y "tienen un sabor más arraigado en el alma castellana". El llamado trigo del corazón o la espelta de trigo, cuya demanda está en estos momento en alza, son algunos de los que se cultivan en estas tierras.

El trabajo con el cereal no termina con su cosecha. Castilla Verde determinó hace un par de años llevar a cabo, dentro de esa idea de autosuficiencia, el proceso de transformación a través de un molino que convierte el trigo que cultiva en harina. La baja producción de la finca, unas 40 hectáreas de cereal debido a las necesidades de rotación de los cultivos, ha hecho que no pueda cubrir la demanda de sus clientes por lo que ha empezado a moler trigos de otros productores ecológicos en un nuevo proyecto que no tiene más aspiración que resultar rentable económicamente.

La parte agrícola de la finca además incluye una huerta y animales: ocas, gallinas, cerdos, vacas...que proporcionan alimentos y el estiércol y puerines con los que elaborar abonos naturales a través de la biodinámica. Junto al ámbito agrícola, las instalaciones ofrecen otra de carácter más social en un proyecto que se presenta como global y que persigue enseñar otra forma en el manejo animal y la relación de los hombres con la tierra.

Centro hípico

La zona más visible la conforma el centro hípico que alberga la finca. Fernanda Frietas señala que no es un hípico al uso porque además de impartir equitación propone actividades que incluyen la enseñanza de cómo meterse entre una manada y coger un caballo en una pradera hasta el desbrave de potros, la doma natural y el pupilaje de caballos. "Se trata de convivir con el caballo, de enseñar a limpiar la cuadra, de cómo tratarlo antes de montarlo...., no solo de manejarlo".

Menos visible es la muestra del manejo de los animales que viven en la finca. "Tenemos dos vacas que están sueltas en la pradera cuidando a sus terneros. Enseñamos cómo tocarlas, cómo ordeñarlas siempre de forma respetuosa y como el ser especial que es cada uno de ellas", describe Freitas.

Con la leche de las vacas, Fernanda Freitas elabora quesos y yogures. Confiesa que se ha planteado comercializarlos pero que ha desistido porque la normativa le "exige lo mismo que si fuera Pascual o la Central Lechera Asturiana cuando en Francia está permitida su elaboración en casa para la venta en un radio máximo de 20 kilómetros", lamenta.

Hasta esta finca viajan anualmente procedentes de Francia y Alemania varios alumnos de centros de formación pedagógica Waldorf, que tienen como materia obligatoria las prácticas en granjas de ecología biodinámica.

Pablo García denuncia que pese a que España es el país de Europa con más hectáreas dedicada a la agricultura ecológica es, por contra, la que menos consume lo que obliga a un constante esfuerzo de promoción. Reclama mayor concienciación política y social con esta actividad.